Te escribo a ti, a ti que siempre
me entiendes. Te escribo porque no sé a quién más escribirle, y te escribo
sabiendo que nunca lo leerás. Lo hago porque te quiero, o quizás lo hago porque
estoy desesperada. De cualquier forma, te escribo, porque no sé qué otra cosa
hacer.
¿Alguna vez has sentido un dolor
tan grande que te paralice? Así como un dolor que te atraviesa el cuerpo, que
te haga perder la visión. Así como el que siento ahora.
Volver... Se siente
extraño... Como muchas cosas en mi vida, no sé para qué lo hice. Me siento
perdida, ¿sabes? No sé quién quiero ser, no sé a dónde quiero ir ni qué quiero
hacer con esta vida, y todo eso me lleva a que tampoco sé quién soy en este
momento. Tú me dirás que eso no es cierto, porque hace algunos meses yo tenía
claras todas estas interrogantes, y hasta tú sabías la respuesta a esas
preguntas. Bueno, te digo que a veces una muerte lleva a esto. Con la muerte de
alguien también se mueren un poquito las demás personas, las que eran cercanas
a ese alguien. Supongo que eso me pasó a mí. Supongo que un dolor tan grande te
hace estar a la deriva por un tiempo, ¿no? La pregunta es cuánto tiempo dura
eso, porque yo no sé cuánto más pueda aguantarlo.
Te escribo porque me siento sola,
porque a veces siento que no vale la pena vivir así. Te escribo aunque sé que
no lo leerás. Te escribo porque fui ingenua y pensé que al volver todo estaría
bien de nuevo y ella estaría conmigo otra vez, y ahora he vuelto y el mundo se
me hace un lugar muy grande donde yo soy sólo una persona insignificante.
¿Has pensado en la muerte alguna
vez? Desde hace unos meses yo pienso en ella constantemente, y sé que ella
también piensa en mí. Es curioso, cuando pasa, uno no lo cree. Siempre hay la
esperanza de que se pueda revertir todo, que sólo sea temporal. Esos momentos
de esperanza son felices, aunque sólo duren un par de segundos. Yo siempre me
imagino hablándole otra vez, contándole todo lo que se perdió, diciéndole todo
lo que la he extrañado. Y aunque sólo dure un par de segundos, soy feliz. Pero
luego me doy cuenta de que eso nunca pasará, y eso sí que es un nunca
definitivo. ¿Has pasado por eso tú también? ¿Puedes entenderme? Así que ya ves,
la muerte es lo único que no es reversible, es lo único (creo) que no se puede
arreglar, y lo peor es que es inevitable.
Así que te escribo porque la
muerte de alguien nunca se supera, sólo se aprende a vivir con ella todos los
días. Uno aprende a distraerse con las cosas
banales de la vida, las rutinas, las locuras, escribirte, y así poco a
poco se va dejando atrás el dolor. Pero tendré que convivir con ella por el resto
de mis días. A veces me lo recordará y el dolor volverá, pero eventualmente
pasará, y así hasta que me toque a mí misma lo inevitable. Te escribo porque
puedo explicar lo que sé es el proceso, pero a veces no puedo llevarlo yo sola,
a veces te necesito. Te escribo porque aunque tú no me leas, escribirte siempre
me distrae del dolor.